El pasado 7 de agosto llegó hasta el catálogo de Netflix Imborrable, un documental que habla de la historia de un cortometraje que se grabó en el Cortijo Jurado hace ya veinte años, y que está catalogado como maldito por todo lo que sucedió a su alrededor. La película en sí se llamaba Un golpe definitivo, dirigida por Jorge Rivera, y es toda una rareza dentro del cine andaluz… Básicamente, porque nunca vio la luz, no pudo ser terminada. Sus copias finales resultaban borradas, no se sabe por qué razón.
Jorge Rivera vuelve a su Málaga natal tras haber vivido unos años fuera para guiar al espectador hacia un viaje al pasado, en el que fue uno de sus primeros proyectos. Una adaptación de un relato de Lovecraft, El terrible anciano, y que inicialmente iba a estar protagonizado por la leyenda del terror ibérico Paul Naschy, pero que a última hora tuvo que apearse del proyecto por motivos de agenda.
Repasemos lo que ocurrió: tras rodar una noche en el cortijo, un actor sufrió una caída por el hueco del ascensor de su casa (tiempo después desapareció y no se supo más de él: algunos dicen que heredó una importante suma de dinero, otros que fue asesinado por la mafia rusa), un niño que también participó en la grabación del corto pasó cuatro meses en el hospital por una enfermedad indeterminada, una frutería del Centro en la que también se rodaron escenas fue presa de un incendio… Por no hablar de cómo durante el rodaje se descargaban las baterías de los equipos sin motivo aparente o algunos miembros del equipo aseguraban «ver cosas».
Ya en la sala de edición, la cosa siguió fea: cada vez que intentaban montar las imágenes, se borraban del disco duro. Pasó cinco veces. El equipo se dio por vencido.
Veinte años después, Jorge Rivera y Kike Mesa regresan a la historia pero contextualizándola. Imborrable es un documental sobre aquella odisea pero también sobre cómo era rodar en la Málaga de aquellos años, en la que pedir un permiso de rodaje era poco menos que una aventura.